Hace unos cuantos años, tuve una experiencia que en la que por desconocimiento del significado de las clasificaciones de reacción al fuego se generó un problema entre un fabricante, un técnico de la administración y la propiedad de un local.
El problema comenzó cuando un fabricante de revestimientos de madera me llamó para decirme que para una reforma de un local le pedían de un local una clase B-s2,d0. Dado que yo conocía con anterioridad a esta persona y sus productos, le pregunte cuál era el problema ya que su producto cumplía con las exigencias marcadas en la legislación vigente en ese momento. El fabricante preocupado me dijo que el técnico de la administración le pedía una euroclase A1 para el revestimiento de madera. En este punto le comenté que el técnico podría requerir lo que el considerara oportuno pero el fabricante me comentó que eso ya lo sabía él y que el problema tenía su origen en el producto de madera que según el técnico de la administración tenía que ser A1.
En ese momento, no daba crédito a las explicaciones del fabricante y para asegurarme de lo que estaba escuchando, le insistí en que explicará un más su problema y me volvió a confirmar que el técnico quería un revestimiento de madera con una euroclase A1. Inocente de mí, pensé esto tiene fácil solución así que le preparé un documento al fabricante donde le explicaba el motivo por el cual un revestimiento de madera no podía ser A1. La respuesta del técnico de la administración no se hizo esperar y nos afirmaba que como él había visto en el pasado un producto similar con una euroclase A1, él quería lo mismo.
En ese momento, la situación era muy preocupante ya que el fabricante decidió no continuar con la reforma, la propiedad del local estaba perdida con este asunto y el técnico de la administración pensaba que todo el mundo le estaba intentando engañar.
Ante esta situación, llamé al técnico de la administración para aclarar la situación y explicarle el sistema de clasificación europeo (Euroclases) e incluso le invité a visitar las instalaciones del laboratorio donde yo trabajaba por aquel entonces para que pudiera ver in situ los equipos.
A la semana del ofrecimiento, recibí su visita. Al principio el técnico se mostraba desconfiado conmigo ya que él estaba seguro de que la madera podía ser A1. Cuando le enseñé y expliqué todos los equipos de ensayo, me miró fijamente y me reconoció que estaba completamente equivocado. Además, tuvo un gesto que le honró ya que delante de mí llamó al fabricante para pedirle disculpas por su error y colaborar en él para completar el proceso de manera inmediata.
Además, llamó a la propiedad para comunicarle que todo se resolvería satisfactoriamente y que no habría problemas con el famoso revestimiento de madera.
Pasado el tiempo, el fabricante me dijo que el técnico de la administración y él se habían hecho incluso amigos tras este malentendido. Y os preguntareis, ¿dónde vió que la madera era A1? Pues eso mismo le pregunté yo al técnico y me comentó que se debió confundir con otro material. Así que tema cerrado.
Esto es tan solo un ejemplo real de los problemas que pueden aparecer por desconocer el significado de las clasificaciones de reacción al fuego, ya que se puede pedir la máxima clasificación pero esto no puede aplicarse a todos los materiales o productos. Por ello, es necesario saber qué se puede pedir y cuando nos presenten los informes de clasificación y ensayo, conocer el campo de aplicación de dicho producto o sistema.
Antonio Galán Penalva Consultor de seguridad contra incendios
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